Manuel Namuncurá pasó a la historia como el líder más noble, el luchador más enérgico y peligroso que tuvo que enfrentar el Ejército argentino. Fue artífice y promotor de la unidad india en el momento más álgido de su historia. Dirigió la guerra sagrada de su pueblo durante todo el tiempo que le fue posible. Obligado por las circunstancias, llevó la resistencia de los indios a límites extremos, jamás imaginados por sus adversarios.

Se transformó en un ejemplo de dignidad, de orgullo y de valor contra la agresión y el genocidio que perpetraba el Estado argentino. Mantuvo viva la llama de la resistencia; obstaculizó el avance de las fuerzas armadas argentinas, convirtió la Conquista del Desierto en una infatigable guerra de guerrillas y logró retrasar por varios años la amarga derrota, mientras provocaba innumerables pérdidas humanas y materiales al invasor.

Hombre tenaz, combativo e incorruptible, Manuel Namuncurá fue un líder osado, un guerrero carismático y comprometido en la lucha de las comunidades nativas por la defensa de su soberanía, de su independencia, de sus territorios, de sus costumbres y sus pautas culturales. A pesar de todas las derrotas que le infligieron y las desgracias personales que sufrió, siguió luchando e incentivando la resistencia de sus hermanos de sangre.

Cuando se rindió, la lucha encarnizada que libraban las agrupaciones indias más fanáticas y rebeldes se derrumbó inmediatamente y la pacificación impuesta por el invasor se extendió como un manto de muerte y opresión para todos los vencidos. No cabe duda alguna que Manuel Namuncurá se convirtió en una leyenda por derecho propio. Honró a su pueblo y a su causa, convirtiéndose en el mayor defensor de los pueblos indios y en el discípulo más excelso de su difunto padre: Juan Calfucurá.