Vicente Catrinao Pincén se convirtió con el transcurso del tiempo en uno de los indios más temidos y peligroso para el Ejército argentino. Sus atributos personales, sumados a una inteligencia táctica y estratégica fuera de lo común, lo posicionaron como un adversario formidable y una verdadera pesadilla para sus contrincantes.

A través de su ingenio y su inigualable destreza, pudo aniquilar a varios destacamentos militares, humillando el orgullo de los argentinos, quienes desataron una verdadera cacería humana sobre su persona. Pincén no solo era un desafío, sino un premio que los incentivaba a capturarlo; guiados por la temeridad de su ímpetu, caían en las hábiles trampas que este les tendía con suma facilidad.

La figura emblemática de un cacique tan importante como Pincén ha sido utilizada para establecer límites claros y precisos —aunque ficticios, tal vez—, sobre una presunta argentinidad, que quizás nunca existió o que fue expresada de forma artificiosa para mejorar parcial o sustancialmente la suerte adversa de quien la sostuvo en un momento clave y álgido de su existencia. Si observamos su historia de vida, nos vamos a dar cuenta de que siempre se asoció con las agrupaciones consideradas invasoras [chilenas] para combatir contra el Estado y el Ejército argentino, quienes realmente fueron sus verdaderos enemigos y a los que siempre trató de causarles el mayor daño posible.

A pesar de ser un líder carismático y ganar renombre a fuerza de destreza y valor, siempre ocupó un lugar secundario dentro de las grandes jefaturas indígenas de la época y quedó relegado a orbitar alrededor de figuras más simbólicas e importantes como Calfucurá o Manuel Namuncurá, de quienes fue su mejor aliado.